Artículo de opinión
El candil que ilumina la sociedad
Isabel Umaña C.
Filosofar, filosofar, filosofar… Una palabra que llevada a la práctica nos puede cambiar la vida. Si queremos andar por el mundo con el candil encendido y no en un valle de sombras, tenemos que encontrar la razón de nuestro ser y preguntarnos siempre antes de aceptar las apariencias por hechos. Eso es filosofar.
!/media/import/2012/12Diciembre/fts/folosofar.gif!Una sociedad que no filosofa, es una sociedad casi siempre subyugada por ídolos falsos y creencias espurias de la vida. A los gobiernos, en especial las dictaduras, les encanta que la gente no analice, no piense, no critique, que no salga de la ignorancia porque así se perpetúan en el poder para imponer sus políticas economicistas, que en nada benefician a los pueblos.
Quien filosofa no tiene descanso, ni deseos de sosegar su espíritu, como bien lo plantea el filósofo y escritor costarricense Guillermo Fernández:
Se trata de alcanzar la lucidez, y la lucidez es dolorosa; por eso, muchos no filosofan, solo viven un tipo de ensueño, cuya utilidad es anestesiarlos.
A pesar de que suena sencillo “preguntarse antes de aceptar…”, es importante educar a la población, desde la etapa escolar, darle las herramientas necesarias.
Pero, ¿cómo enseñar la filosofía?:
Se debe enseñar desde ese nivel en que, primero que nada, se explique por qué es necesario el conocimiento y por qué la ignorancia es la causante de los grandes problemas del ser humano.
Aparte de eso, quien enseña debe ser capaz de transmitir la necesidad de hacer las cosas, aprender, leer, compartir, soñar, trabajar, reír, sufrir, mediante la explicación de un sentido que cubra las nuevas generaciones.
Dado que nuestro sentido no es ya el mismo de los más jóvenes, entonces, es necesario saber cuál es el sentido o qué sentido quieren ellos, porque es un hecho que el sentido de vivir es algo que se construye. Nadie nos lo da como un regalo navideño.
Todo conocimiento es necesario, la tecnología, el aprendizaje. Sin embargo, si no hay sentido todo se puede emplear para los peores fines. La enseñanza debe entrañar la transmisión de los valores, hoy vistos como pasados de moda, considera el escritor Fernández:
Son esos valores los que no cambian porque han demostrado ser los mejores que tenemos. No se pueden sustituir. El sentido puede cambiar con las generaciones, pero los valores deben estar presentes en ellas.
El aprendizaje se empieza desde que los niños y las niñas son capaces de mostrar ese interés tan particular por el mundo y de crear ciertas asociaciones. Al principio estas asociaciones entre las causas y los efectos son mágicas, según Jean Piaget.
Lo importante es que los niños y las niñas, desde que están muy pequeños, empiecen a utilizar su fantasía y su lógica mediante actividades lúdicas y lecturas. Quien no se estimula no crece.
¡Qué mejor momento para introducir la filosofía que en la edad de los “porqués” y los “peros”!
Jean Piaget lo advierte. Los niños utilizan el porqué (origen de las causas) y el pero (conjunción adversativa para la contrariedad). A esa edad se pueden emplear juegos y que asocien los porqués con causas que los ayuden a conocer el mundo.
Fernández nos ilustra con el juego de las metáforas:
Mi barrio es tan grande como…
Mis sueños están en mi cabeza como hay tripulantes en un barco. ¿Qué clase de tripulantes son…?
No nos contentemos con un mundo de sombras, si podemos alumbrar el camino filosofando.