Mobbing acoso moral o psicológico en el trabajo

Las condiciones en las que el colectivo docente desarrolla su labor, casi nunca

son tomadas en cuenta. (Foto con fines ilustrativos)

“MOBBING”, ACOSO MORAL O PSICOLÓGICO EN EL TRABAJO

Prof. Emelda Navarrete

Secretaría de la Mujer

APSE Sindicato

Actualmente, la violencia en sus diferentes manifestaciones constituye un hecho cotidiano en nuestro país y en el mundo. Si bien la violencia se globaliza, no sucede lo mismo con la solidaridad.

En el ámbito laboral, las dimensiones de la violencia, son realmente alarmantes. En esta ocasión, hablamos de una manifestación de violencia, que se ha convertido en una verdadera pandemia, esta patología de la cual el colectivo docente no escapa, se denomina “Mobbing”, acoso moral o psicológico en el trabajo y está constituido por aquellas conductas intencionales, deliberadas individuales o grupales perversas, vejatorias, arbitrarias, frecuentes y repetidas que tienen a la misma persona en la mira y se manifiesta por medio de miradas sátiras, burlas, gestos, chismes, rumores, llamadas telefónicas, imitaciones para ridiculizarla, valoraciones de su vida privada, de su credo, su origen, de su orientación sexual, se le asignan tareas nocivas para la salud, etc.

Es claro que estas conductas perversas no provienen de ningún trastorno psicológico, sino de una fría racionalidad, constituyen un estilo de vida de la parte hostigadora; que ve en la víctima cualidades que ella no tiene y no puede permitir que nada le quite brillo, aunque esas cualidades o comportamientos no constituyen una amenaza real.

El acoso moral tiene cuatro fases dramáticas para la víctima: 1) Incidente crítico, 2) Persecución sistemática, 3) Intervención de la jerarquía y         4) Abandono del trabajo.

Generalmente coexisten varios tipos de acoso moral. Estos se definen a partir de la relación de la víctima con la parte hostigadora: acoso horizontal, acoso vertical descendente y acoso vertical ascendente

Aunque no existen muchos estudios estadísticos de la presencia del “Mobbing” en los  centros  de trabajo, hay algunos que señalan que en Europa el 11% y en USA el 25% de los trabajadores y trabajadoras se ven afectadas por este flagelo, en el caso de América Latina se conocen muy pocos datos.

Múltiples definiciones han sido construidas alrededor de este flagelo que afecta el ámbito laboral, pero podemos afirmar que el acoso moral es una agresión sutil, diplomática y sofisticada de “terrorismo emocional”, cuyo fin es lograr la aniquilación psicológica de la víctima, es decir, “destruir la otredad” para lograr su marginación dentro del entorno laboral y por último la salida de la empresa o institución.

El acoso moral no está determinado tanto por causas directamente relacionadas con el desempeño del trabajo sino más bien por las circunstancias organizacionales, por las relaciones interpersonales patológicas, por el sistema de valores que impera en la institución y por la cultura institucional; esto es lo que se constituye en riesgo laboral.

El acoso moral suele producirse en el ámbito laboral donde la organización del trabajo está fuertemente jerarquizada, existe una fuerte competencia o donde hay una organización caótica del trabajo, sin definiciones claras de funciones, tareas o jerarquías y además es una empresa o institución incompetente para resolver los conflictos interpersonales o de otra índole, no existen canales adecuadas de comunicación.

Es importante señalar que las condiciones en las que el colectivo docente desarrolla su labor, casi nunca son tomadas en cuenta, es decir, que de lo concerniente a la salud ocupacional docente, no se habla. Se ha llegado incluso a afirmar que la labor docente no conlleva ningún riesgo, omitiendo el hecho de que la salud de la clase trabajadora independientemente de la labor, está influida por las condiciones de su trabajo.

Llegando a aseveraciones extremas como la hecha por un alcalde en 1740, que ante la denuncia de un profesor de una escuelita española, en la cual relataba la presencia de una viga a punto  de desplomarse, el primero respondió que bastaba con salir corriendo si veían que efectivamente la viga se caía. Por ridículo que parezca, actualmente la situación en lo fundamental se mantiene en nuestro país.

Terminamos estas líneas con el siguiente proverbio: “No hay necesidad de apagar la luz del prójimo para que brille la nuestra”.

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